NO, PERO...

"I was gratified to be able to answer promptly, and I did. I said I did not know."
MARK TWAIN

El trabajo de un observatorio sismológico puede parecer inmensamente frustrante y tedioso, visto desde fuera: esperar a que algo ocurra -sorpresivamente, por supuesto - y luego comunicar a los medios dónde fue, a qué horas, de qué tamaño... Nada más alejado de la apasionante esencia y fin último de toda ciencia natural, la predicción del comportamiento de un sistema o proceso, gobernado por las leyes develadas por esa misma ciencia.

La frustración puede parecer aún peor cuando, como está ocurriendo por estos días en la ciudad, un observatorio tiene que defender públicamente la posición que Mark Twain plasmó a su manera, el derecho a la ignorancia, en un debate verdaderamente "multidisciplinario": astrólogos, médicos, brujos, meteorólogos, sismólogos y, en medio de todos, los medios de comunicación, tambaleando entre el compromiso de informar objetivamente y la tendencia a buscar manifestaciones encontradas y noticias impactantes.

Frente a todas estas voces está la comunidad, pasiva (aunque muy eficaz en "correr" la noticia!) y demasiado dispuesta a aceptar cualquier información que parezca reducir su incertidumbre sobre el futuro, aunque sea negativa y sea cual fuere su fuente. Al fin y al cabo los chinos ya lograron predecir terremotos, ¿no? Si los meteorólogos tienen algún éxito pronosticando el tiempo, ¿por qué no lo van a poder tener pronosticando terremotos? Si es posible predecir con precisión el movimiento de cosas tan alejadas como los cuerpos celestes, ¿cómo no va a ser posible pronosticar lo que ocurre tan cerca como en el interior de la Tierra?

En medio de tanta confusión: ¿dónde está verdaderamente la capacidad de predicción de la Sismología? Muy lejos de lo que tantos pronosticadores aficionados andan insinuando por ahí (aunque de tantas veces anunciar el próximo terremoto, algún día podrían "pegarle"!), pero tampoco en la tajante e incondicional negativa que la brevedad de noticieros le exige al sismólogo. La realidad está en algún sitio intermedio; algo se ha avanzado, aunque los gigantescos proyectos de predicción sísmica en países como China, EEUU y Japón no llegaron a sus metas científicas.

Qué ha quedado de estos grandes proyectos científicos de las dos últimas décadas? Mucho; sobre todo reconocer que en la vía por la cual se quizo tratar el problema no hay solución, ahora y quizás nunca. En la jóven ciencia de los procesos físicos no lineales todavía hay demasiado que descubrir y entender. Y si el sistema cuyo comportamiento se quiere predecir es inaccesible a la observación directa, el problema es tanto más difícil! Quizás la Sismología se tenga que conformar por mucho tiempo - aunque a una que otra escuela le duela - con dar pequeños pasos hacia una capacidad de predicción empírica, aquella que busca la identificación e interpretación de patrones en los fenómenos observables (evolución de la sismicidad, por ejemplo), mientras se avanza en el conocimiento del proceso que origina la sismicidad.

Ante estas limitaciones, ¿qué puede hacer entonces la Sismología para ayudar a resolver los problemas prácticos, o sea la necesidad de reducir el riesgo de poblaciones cada día más grandes y más expuestas a los peligros que causan terremotos? Tiene que recurrir a lo que ha sido común en todas las ciencias, el tantas veces criticado pero ineludible "reduccionismo". Si no es posible predecir el próximo sismo, el problema de la anticipación se puede reducir a partes, esas sí manejables en mayor o menor grado: ¿dónde están las fuentes de terremotos?; ¿qué tan frecuentes pueden ser en cada una? ¿qué tamaño de sismo puede ocurrir en cada fuente? Con esta predicción "en porciones" se le puede entregar a los planificadores, arquitectos, ingenieros y a la misma comunidad lo que necesita: los datos que permiten diseñar ciudades y edificaciones resistentes. Suficiente, diría uno, porque el que está fortificado ya no necesita saber, en qué momento llegará el enemigo. Pero pocos temores son tan profundos y arraigados como el que se nos mueva lo más firme, ¡nuestra Tierra! Así que, a lo mejor, la próxima vez que a alguien se le ocurra (a propósito: ¿con qué interés?) hacernos creer que sabe, cuándo ocurrirá el próximo terremoto, volverá a haber muchos creyentes...

Hansjürgen Meyer, Geofísico, MSc

hjm@osso.org.co
Aporte OSSO para Boletin Ingenieria Informa No 5, Feb/1996



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