Tsunami
 
 
 

En diciembre de 2004, intempestiva y trágicamente llegó a la conciencia de millones de personas, con imágenes nunca antes vistas, un tsunami enorme que se formó frente a la costa de Sumatra y causó cientos de miles de víctimas en Indonesia y muchos miles más en costas alejadas (Tailandia, India, Sri Lanka, Somalia, Yemen). Había pasado ya mucho tiempo desde el gran terremoto y tsunami de Chile de mayo de 1960, que causó víctimas en regiones tan alejadas como Hawaii y Japón. Muy pocos, si acaso, imaginaban la posibilidad de semejante mega-tsunami en el océano Índico.

El nombre tsunami, gran ola en el puerto, que hoy es de uso internacional, nació en el Japón, uno de los países con mayor frecuencia de ocurrencia.

El tsunami es una serie de olas que se pueden observar en pequeño: al arrojar una piedra al agua tranquila se forman olas que avanzan en todas las direcciones. En el océano se forman por el desplazamiento rápido de un volumen de agua impulsado por una súbita fractura de la corteza terrestre generada por un terremoto bajo el mar (Figura 3.9), un deslizamiento o erupción volcánica submarina, un desprendimiento gigante de hielo, o el impacto de un asteroide.

La inmensa mayoría de tsunami ocurre por grandes fracturas sísmicas submarinas y casi todos ellos ocurren en las zonas de choque o subducción de placas. La más larga del globo, de más de 6 mil kilómetros, es la que recorre la costa occidental de Suramérica, desde el sur de Chile, a 47° de latitud Sur, hasta el norte de Colombia, a 7° de latitud Norte. Las zonas de subducción tienen la capacidad de generar los terremotos de mayor magnitud en el mundo y poseen dos condiciones que hacen que los tsunami sean tan grandes: la fractura rompe la superficie del fondo marino y es, predominantemente, vertical. Ello hace que el fondo del mar al levantarse empuje grandes volúmenes de agua.

Estas condiciones destacan al océano Pacífico como la región con la mayor ocurrencia de tsunami generados por sismo: la mayor parte de esta cuenca oceánica está bordeada por zonas de subducción y se conoce popularmente como el Cinturón de Fuego del Pacífico.

Una vez generado un tsunami (2 en Figura 3.9), la fuerza de la gravedad contribuye para que se formen olas (3, ídem), que se propagan en todas las direcciones, con poca reducción de energía por la baja atenuación del material. La variable que determina la propagación de estas olas es la profundidad del océano: a mayor profundidad mayor velocidad y mayor longitud de onda (4, ídem). En el océano abierto, con profundidades medias del orden de 5 mil metros, las olas son impercebtibles (¡pero sí medibles!); cuando se acercan a las costas la velocidad disminuye y por el principio de conservación de la energía la altura de las olas aumenta.

“Ola de visita” es la expresión utilizada por las poblaciones del Pacífico colombiano para denominar los tsunami.


 

Un tsunami que en el océano abierto tiene unos pocos centímetros de altura puede llegar a la costa con olas de varios metros.