Desde la Cordillera Occidental los principales drenajes urbanos comprenden, de Sur a Norte, los ríos Pance, Lilí, Meléndez, Cañaveralejo y Cali-Aguacatal. Todos ellos al llegar al valle del Cauca, forman extensos depósitos en forma de conos sobre los cuales se ha emplazado la urbe. Al Oriente, el río Cauca, puede considerarse como un sistema fluvial complejo con inundaciones frecuentes, con madreviejas, humedales y lagunas, en una llanura aluvial fértil. Los procesos de intervención de los drenajes, mediante desvíos, canales, desecación de humedales y diques o jarillones para la protección de inundaciones, se remontan a épocas tempranas. En la Historia de Cali (Arboleda, 1956, Velásquez, 1990), se encuentran relatos como los siguientes:
1627: "El río (Cali) se aprovechaba, de seguro, para la navegación en balsas y canoas; existía a la orilla de él, junto a la entrada en el Cauca, un embarcadero". El camino a Buenaventura, en las afueras de la ciudad pasaba tres veces el río y "en la orilla derecha se habían formado tres grandes hoyos hasta ganar la loma". Se propuso abrir un nuevo camino que solo vadearía el río en un sitio, se cavarían fosos para proteger de toda servidumbre las tierras del camino anterior y éstas se dedicarían a cultivos agrícolas.
1739: Según el procurador Don Francísco Domínguez de Riascos "el río estaba invadiendo la ciudad por las crecientes" y se pidió a los vecinos apoyo para obligarlo a correr por su lecho antiguo.
La intervención sobre los drenajes, inicialmente concentrado en el río Cali, se extendió a quebradas menores desde los años 1930, a medida que la ciudad se extendía, y continúa hoy en día. De los espacios para el disfrute colectivo de las aguas hoy sólo quedan reductos en los ríos Cali y Pance, mientras que en el área urbana, con la excepción de algunos tramos del Cali y del Meléndez, se han reducido a canales con muy pocos atractivos paisajísticos .
Es perentorio, y así lo han comprendido el Municipio y sus instituciones, el rescate del río Cali y la separación de los alcantarillados pluviales y de aguas servidas (ver Figs. 18 y 19). Los esfuerzos y recursos en este sentido deben incrementarse, extendiendo las acciones a los demás drenajes naturales que quedan y apoyando nuevas reglamentaciones surgidas de ideas como la del DAGMA, para declarar zonas de protección y de conservación de 30 metros de ancho (el ideal es que fueran 30 metros como mínimo a lado y lado de los bordes de cauces de crecientes).
La identificación de antiguos cursos de agua y de humedales desecados (ver Figs. 9) es de importancia a la hora de encontrar explicaciones para agrietamientos en edificaciones, daños en redes de servicios y para tomar las medidas de protección necesarias, en razón de que estos terrenos por lo general presentan deficiencias geotécnicas (ver Figs. 30 y 38).
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Sección 4.8
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