Es característico de los terremotos - y esto los distingue de otros fenómenos tales como deslizamientos, inundaciones e incendios - que sus consecuencias en un ambiente urbano generalmente pueden abarcar áreas más extensas (en el peor caso, toda la ciudad) y ser más diversas (víctimas, destrucción de edificaciones, ruptura de líneas vitales, incendios, trastorno del tráfico vehicular, suspensión de servicios de energía eléctrica, agua y teléfono, deslizamientos, etc.). Por estas consideraciones, desde hace años las instituciones de la ciudad están dedicando especiales esfuerzos a la preparación de planes de mitigación y de contingencia para eventos de ocurrencia más frecuente, los cuales también pueden presentarse como efecto de terremotos. Ejemplos recientes en todo el mundo así lo confirman, incluso en sociedades con larga tradición en mitigación y prevención de los efectos sísmicos (Popayán, 1983; Pereira, 1995; Ciudad de México, 1985; San Salvador, 1986; Los Ángeles en Northdrige, 1993, Kobe, 1995, ...). Pero también en pequeñas poblaciones y en regiones de poca densidad de población y de vivienda (Atrato Medio, 1992; Páez, 1994).
No se puede saber cuando va a ocurrir el próximo evento, ya que en nuestra región la predicción sísmica es una meta a largo plazo; tampoco se pueden modificar las características de este fenómeno natural. En consecuencia, la protección de vidas y bienes, como tarea de mitigación, debe estar enfocada hacia la reducción de su vulnerabilidad. Esto quiere decir que debe evaluarse el probable nivel de peligro sísmico, reconocer los terrenos que por su naturaleza y origen son más susceptibles a efectos locales de amplificación de ondas y de deslizamientos, asentamientos y licuación de suelos (incluso sin esperar a contar con los necesarios estudios de microzonificación sísmica del territorio), evitando en lo posible emplazar allí poblaciones e infraestructura crítica; hacer las edificaciones e instalaciones resistentes a las fuerzas de las vibraciones sísmicas (refuerzo de las existentes, diseño y construcción sismorresistente, redundancia en sistemas de líneas vitales); educar hacia el comportamiento defensivo durante y después de terremotos y preparar sistemas de comunicaciones de emergencia y a las entidades encargadas, hacia mejorar la capacidad de socorro y rehabilitación en caso de un terremoto.
La historia de la ciudad y el conocimiento sobre la sismología y geología de la región demuestra que hay varias zonas generadoras de terremotos que la amenazan, algunas lejanas y otras próximas. Esto significa que son posibles eventos con vibraciones breves y rápidas (las cuales suelen afectar primordialmente edificaciones bajas) y eventos lejanos, causantes de vibraciones largas y lentas (más peligrosas para edificaciones altas).
Evaluaciones preliminares de la vulnerabilidad sísmica de viviendas y de líneas vitales en Cali (Campos, 1992, 1993; DNPAD, 1995), indican que por ocurrencia de terremotos con aceleraciones sísmicas como las previstas en la Ley (Decreto Ley 1400 de 1984, el Código Colombiano de Construcciones Sismorresistentes), el número de víctimas potenciales (muertos y heridos) sería del orden de miles; que las pérdidas materiales serían del orden de centenares de millones de dólares, y que las líneas vitales estarían seriamente comprometidas.
Debido a que los terremotos mayores (o aquellos de mediana magnitud, pero cercanos a centros poblados), pueden tener periodos de retorno de muchos años, sobre la Cali moderna no se dispone de suficiente información empírica de eventos mayores. El de más efectos en el Siglo XX probablemente fue el del 7 de julio de 1925, cuando la ciudad rondaba los 50.000 habitantes y su crecimiento no había sobrepasado los mejores suelos del Cono de Cali (ver Figuras 3, 20 y 39 del Capítulo 4). Sin embargo, sismos como el de Calima-Darién en 1995, con aceleraciones que estuvieron por debajo del 10 0e las esperables según el Código Sismorresistente, produjeron daños en la ciudad (OSSO para DAPM, 1995a).
En relación con las fuentes sísmicas y medidas de mitigación, ver también: Capítulo 1, Numeral 1.6y las figuras 21, 23, 38, 39, 40, 41 y 46, del Capítulo 4.
Sección 3.13 - Atención
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Sección 3.14 - Mitigación
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